USUARIO g00gle_240394 parte 5

Para empezar, la escena tenía un ángulo poco apreciable, y se oían gritos, como si la tortura se hubiera vuelto sumamente sádica. Se podían ver ligeras salpicaduras de sangre y se escuchaba algo así como un motor o una máquina escandalosa, y sonaban herramientas cayendo al suelo, un caos total. Lo único que se podía ver con la pobre iluminación era un par de siluetas peleando, pero cuando la imagen se volvió clara, la cámara cayó al suelo y sólo se veía la toma de unos pies. En esa toma vi caer lo que parecía ser una pierna cortada, un par de entrañas y mucha sangre. Entonces un pie del atacante pisó la cámara y ésta se quedó filmando estática por aproximadamente unos diez segundos.

El video se cortó y se puedo ver al sujeto que hizo todo vistiendo una capucha. Lo primero que pensé fue que ese extraño sujeto era Google, pero no pude verlo bien, la capucha lo cubría y apenas había un poco de luz en la toma. Esta escena entrecortada del asesino duró poco más de unos segundos. El video terminaba ahí, se cortó bruscamente y la página se cerró de manera automática. Una sensación escalofriante recorrió todo mi cuerpo. Miré a Vicky y sólo comencé a llorar. Entonces recibí un mensaje en su celular, que decía:

«Hola de nuevo».

Era Google. Decidí contestarle, diciéndole:

«¿Cómo pudiste hacer esto? Pensé que me habías dejado en paz, ¿por qué le hiciste esto a Vicky? ¡Ella no debía estar involucrada!».

«Lo sé, pero ella se involucró y le tocó perder. Deberías dar gracias de que aún seguimos activos; es decir, ella simplemente cerró sesión en su vida mortal, pero estará conmigo para siempre, su video la ha inmortalizado».

«¡¡¡MALDITO ENFERMO!!!».

Dije eso y apagué el celular. Salí de la habitación y decidí irme de ahí. Tenía que investigar lo que estaba pasando, quién era Google en realidad y por qué aún me involucraba en esto después de tanto tiempo. Los libros que había leído todo ese tiempo me dieron ideas de cómo investigar sin involucrar a la policía, pues si lo hacía ellos pensarían que fui yo quien mató a Vicky y quien cometió el asesinato de mi amigo.

Hice una pequeña maleta con algo de ropa y sólo llevé mi laptop, a pesar de que había pasado tanto tiempo desconectado, pues tenía otras intenciones aparte de sólo investigar. Por último, tomé las llaves de mi auto, y me fui.

Conduciendo llegué a las afueras de la ciudad. Había un hotel, esos que están a la mitad de las carreteras, que sólo tienen cuartos básicos y no cobran mucho; era un lugar perfecto para ocultarme mientras averiguaba quién era este asesino. Renté una habitación por un tiempo y comencé mi investigación. Google empezaba a hastiarme, hablaba de nuestra página y del dinero que estábamos ganando. No contesté nunca, pero él insistía y hacía distintas preguntas, como si ya no me importaba esto o si le ayudaría con lo siguiente. Pude ignorarlo por casi una semana, pero mi estado mental me estaba llevando demasiado lejos, ya debía dinero al hotel, y mi trabajo, aunque no lo quisiera, seguramente lo había perdido. Fue entonces cuando tomé medidas drásticas: esperé a que Google se conectara y le pedí mi cuenta bancaria. Él accedió de inmediato, y la apunté y fui a un banco. Una vez ahí traté de retirar dinero de la supuesta cuenta, pero no había registro de ella. Siempre pensé que era una mentira, y por esa razón no me molesté, pero al volver a casa, Google me había escrito. El mensaje decía:

«¿Eres estúpido? Si querías retirar el dinero me lo hubieras dicho, yo mismo lo haré por ti. No vuelvas a involucrar a nadie más en esto, podrían saber de mí. Y aparte, ¿cómo un niño de diecisiete años va a retirar dinero así como así?».

Leí eso y escuché la puerta. Al abrir, era un sujeto con un paquete. Me lo entregó y me pidió mi nombre para registrarlo como recibido, pero le dije que no esperaba paquetes. Luego me preguntó todos mis datos, los cuales estaba leyendo desde una hoja que describía la entrega. Todos los datos eran reales, pues hasta la ubicación actual —el hotel— la tenía indicada en esa hoja. Decidí tomar el paquete y me pidió escribir mi nombre de nuevo. Cuando comencé, me dijo:

—No señor, su nombre de usuario, por favor.

—¿Usuario? —le pregunté extrañado.

—Como ejemplo, mire el mío.

Miré lo que llevaba bordado en su playera. Me dejó en shock, porque lo que decía era «g00gle_301193».

Me hizo reaccionar y me pidió nuevamente mi nombre de usuario. Le dije que no sabía de lo que hablaba.

—Ambos sabemos que eso es mentira, usted cuenta con un nombre de usuario otorgado por alguien que también ya debe conocer. ¿Acaso acaba de iniciar sesión?

Sólo escribí lo primero que me llegó a la mente, «g00gle_240394». El sujeto me dio las gracias y se retiró.

Estaba mirando el paquete, no quería abrirlo, esperaba encontrarme con la cabeza humana de algún familiar o tal vez un video de otro homicidio. Decidí ponerlo en la mesa y no lo abrí en todo el día.

No dejaba de pensar en lo que ese tipo había dicho, «nombre de usuario»… En ese momento volvieron a tocar la puerta. Antes de abrir me asomé por la mirilla; era el dueño del hotel. Lo hice pasar y me dijo que tenía que pagarle la renta o si no me echaría de ahí. Conversé con él y lo convencí de no echarme, le dije que tendría el dinero pronto, que no podía dejar que me echara. Justo cuando cerré la puerta y encendí la máquina, vi un mensaje de Google:

«Abre el paquete, es tu parte. Espero que sea suficiente».

Abrí con miedo el paquete, pero sólo era una cámara. La reconocí de inmediato, era la cámara que había comprado tiempo atrás; estaba sucia y llena de algo que parecía ser sangre. No me preocupé por eso y vacié la caja, encontrando también una pistola y un sobre con una tarjeta de débito. Realmente necesitaba el dinero, así que la tomé y salí a un cajero.

Eran las once de la noche, llegué a un cajero y, al mirar la cantidad que la cuenta de la tarjeta tenía, casi no lo creí: tenía más de medio millón de pesos. Sólo retiré lo necesario para pagar el hotel y regresé, le pagué al dueño y me fui a mi cuarto. La laptop seguía encendida, y como si supiera que había regresado, Google me escribió nuevamente.

«Veo que estás más relajado ahora».

«Supongo, pero aún debo saber… ¿quién diablos eres tú?».

«Buena pregunta, pero ¿por qué no te evitas la fatiga y vuelves a la escena del crimen? Ahí puedes obtener respuestas, ¿no lo crees?».

Tenía razón, salí tan rápido de ahí que jamás me di el tiempo de observar con atención. No escribí nada más y fui en dirección a mi antiguo departamento. El olor se había vuelto penetrante, sólo abrí la puerta y mi estómago se revolvió a tal grado que me ocasionó el vómito. Soporté el hedor y comencé a explorar el sitio; aún estaba el cuerpo de Vicky, su celular… todo como lo recordaba. Pero después recordé la cámara, la que venía en el paquete. ¿Cómo pudieron entregármela si ésta debería seguir por aquí arrumbada? Encendí mi laptop y Google estaba listo para chatear:

«¿Qué dices, tus inútiles libros no te enseñaron nada?».

«No es eso, sé que tú eres quien hizo esto, vi a un encapuchado cuando murió mi amigo, ese mismo sujeto aparece en el video. ¿Por qué no das la cara? Sé que eres tú…».

«Y entonces… ¿por qué usas la misma capucha?».

«¿Qué dices?», pregunté asombrado. «¿Qué maldita capucha?».

«Entre tus cosas, ahí la encontrarás. ¡Busca bien, Sherlock!».

No dijo nada más y se desconectó. Volví a mi habitación y busqué desesperadamente; grande fue mi sorpresa al encontrar entre mi ropa la capucha de la que Google hablaba. No podía creerlo, no podía ser cierto. ¿Entonces por qué veía a otros sujetos? No busqué respuestas en ese momento, sólo salí y deposité un mes de renta en mi antiguo departamento para evitar que alguien sospechara e intentara entrar. Volví al hotel, en ese momento el dueño me detuvo, y me cuestionó:

—¿De dónde sacaste el dinero, hijo? No tenías nada, y en un par de horas saliste y conseguiste el efectivo. Dime la verdad, ¿a qué te dedicas?

No contesté, ni siquiera lo miré, simplemente caminaba hacia mi cuarto. Una vez en la puerta, busqué mis llaves para abrir, pero él seguía haciendo preguntas:

—Vamos, dime, ¿acaso eres ladrón? Si no me contestas me veré obligado a llamar a la policía.

Eso me asustó, así que sólo abrí la puerta y la cerré con llave. El dueño seguía tocando y gritando, y luego se fue diciendo que iría por la policía. Lo único que pensé fue en contactar a Google, pero no sabía cómo localizarlo y estaba desconectado. Me desesperé, no sabía qué hacer, ahora estaba solo. Tal vez comencé a volverme loco y aluciné todo, en el mejor de los casos, nada de esto había pasado.

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